Ha-Joon Chang: La legitimidad del FMI y el Banco Mundial deberían ser cuestionadas

¿Qué fue del buen samaritano?’ es una potente crítica del economista Ha-Joon Chang, uno de los economistas más leidos en la actualidad, a los países ricos e instituciones como el FMI, el Banco Mundial y la OMC. Utilizando la parábola bíblica, Chang asegura que son ‘malos samaritanos’ porque les proponen a los países pobres que sigan la senda más ortodoxa del libre mercado en una particular relectura de sus propias historias, cuando ellos llegaron al desarrollo a través de economías mixtas y con políticas proteccionistas. Según el autor, toda esta maniobra está dirigida a dejar a los países en desarrollo fuera de competencia.

Ha-Joon Chang dice que queda una larga lucha antes de tener un orden económico mundial más justo

Economista coreano y autor del libro ¿Qué fue del buen samaritano?

En el libro se enfatiza que las naciones poderosas no sólo no lo fueron siempre, sino que usaron vías de desarrollo que no quieren compartir ni aplicar en aquellos a quienes ‘benefician’ en la actualidad. 
Intermon Oxfam, entrevista a éste grandioso economista:

«La gente de los países más ricos ni siquiera sabe que las políticas que sus gobiernos promueven en los países pobres, de hecho, perjudican más que ayudan a dichos países».

 ¿Cree que la crisis económica puede ser una oportunidad para cuestionar y reformular instituciones que han propugnado el neoliberalismo, como el FMI y el Banco Mundial? 

Por desgracia, previsiblemente esto no ocurrirá. Aunque actualmente la ideología pro-mercado está disminuyendo, hay demasiado dinero y demasiados egos en juego para que los defensores del neoliberalismo se rindan sin más. Sin la presión de la gente, de los políticos electos y de organizaciones de la sociedad civil, estos organismos no cambiarán de manera voluntaria.

¿Qué papel deben jugar grupos como el G-20 o los líderes europeos? ¿No cree que sus miembros deberían ser más transparentes ante las Naciones Unidas?
En la arena internacional, los líderes europeos siempre tienen algo de influencia para moderar los empujes de los Estados Unidos para fortalecer el neoliberalismo, pero la diferencia ha sido anecdótica. De algún modo, podríamos decir que los europeos son más contradictorios que los americanos, porque el vacío entre las políticas locales que usan y las políticas que imponen en los países en vías de desarrollo es mayor en el caso europeo que en el americano. Los países europeos deberían darse cuenta de ello y tomar un camino para cambiar las políticas del primer mundo hacia los países del tercer mundo.

Países como Brasil e India ya tienen voz en la arena internacional pero con la cambiante balanza global de los poderes políticos y económicos, parece que van a jugar un papel incluso más importante en el futuro.

¿Tiene usted esperanzas en una nueva actitud de los Estados Unidos, con el nuevo gobierno de Barak Obama, en referencia a una reducción del libre mercado ortodoxo?

No demasiadas. Obviamente, Obama es menos dogmático que George W. Bush en sus creencias en el mercado libre, pero la diferencia no es grande. Especialmente después de verle ante representantes del mundo financiero, mi esperanza se volvió aún más débil.

Sin embargo, eso no quiere decir que las cosas sean iguales con Obama. Los acontecimientos pueden tener lugar de manera que Obama se vea obligado a cambiar su política. En efecto, así fue como Franklin Roosevelt accedió a aplicar la New Deal. Ya veremos cómo irán las cosas.

¿Cree que existe una posibilidad real de que el orden económico mundial permita, por ejemplo, que las economías más pobres puedan subvencionar sus productos estratégicos?
Ya hay provisiones especiales para las economías más pobres, incluso en el actual sistema internacional de comercio. Eso sí, muchos de los países menos desarrollados han bajado sus tarifas bajo la presión del FMI, el Banco Mundial y los gobiernos donantes. La Unión Europea ha estado intentar conseguir más soluciones de la OMC para los países pobres a través de sus negociaciones con la EPA.

Tenemos una larga lucha que afrontar antes de que podamos imponer un orden económico mundial más justo, pero algún día ocurrirá.

Hace solo 50 años, muchos de los líderes de los movimientos independentistas fueron tildados de ?terroristas? por parte de los países imperialistas. Hace solo 20 años, Margaret Thatcher dijo que aquellos que creyeran que iba a haber una mayoría negra en dominante en Suráfrica estaban ?en las nubes?. Progresa lentamente e incluso a veces retrocede pero la historia, en términos generales, avanza.

¿Cómo demostraría a los ‘malos samaritanos’ que el desarrollo de los países más pobres puede beneficiarles?
La manera más simple es pedirles que hagan un pequeño ejercicio pensando un poco en China. Que se imaginen a finales de los 70, cuando el país aplicó el estilo soviético para una gran reforma y la economía china casi llegó al colapso. Por el contrario, cuando China adoptó un programa de reforma gradual y liberalizó y se abrió de acuerdo con sus propias necesidades, la económica china es ahora diez veces mayor que cuando empezó la reforma.

Este pequeño ejercicio de pensamiento nos permite ver que, permitiendo a los países en vías de desarrollo usar políticas que les son cómodas en sus condiciones, los países ricos también obtienen beneficio a largo plazo siendo capaces de exportar y de invertir en mercados mucho mayores. En otras palabras, estoy pidiendo algo más que un sacrificio, a los países ricos.

¿Cree que es necesario el nacimiento de un nuevo paradigma socioeconómico para que los ‘malos samaritanos’ se transformen en ‘buenos samaritanos’, como ocurrió durante la Guerra Fría con el ‘Plan Marshall’?
Para que ocurra esta conversión es necesario un gran cambio de mentalidad sobre el desarrollo económico, más que un cambio total de paradigma socioeconómico.

Sin embargo, no es tan complicado como parece. No creo que la gente más rica y los gobiernos que están siendo ‘malos samaritanos’ lo sean porque son malos. Mucha parte de ello es desinformación. La gente de los países más ricos ni siquiera sabe que las políticas que sus gobiernos promueven en los países pobres, de hecho, perjudican más que ayudan a dichos países.

Una vez que se den cuenta que las políticas del mercado libre no están funcionando para el desarrollo de los países y que ni siquiera son políticas que usaron en el pasado esos propios países para enriquecerse, la mayoría de ellos cambiarán de pensamiento. La actual crisis financiera ha creado un cambio de mentalidad en este sentido porque la gente de los países ricos también está sufriendo la caída de las políticas del mercado libre.

Ha-Joon Chang y sus diez traspiés

Según Carlos Rodríguez Braun, doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la misma universidad, a menudo los economistas ignoramos una incómoda verdad: las mayores tonterías económicas las decimos nosotros. Esto no es autoflagelación sino mero reconocimiento de lo obvio: después de todo, son los economistas los que se dedican a elaborar argumentos económicos, y es razonable por tanto diagnosticar que serán los responsables de las ideas más tontas y más falsas; alivia pensar que también de las más perceptivas y verdaderas. Pero ninguna titulación, ningún galardón, inmuniza a nadie contra el disparate, tampoco a los economistas.

Así sucede con el doctor Ha-Joon Chang, profesor de Economía en Cambridge, que fue entrevistado por Carlos Fresneda en El Mundo (España). Y soltó los siguientes diez traspiés.

Uno: la crisis se ha debido al exceso del mercado. Esta fantasía, jaleada por tantos, no se sostiene: los Estados, sus impuestos, controles y regulaciones, no han disminuido. Sostener que el mercado libre es “la ideología dominante durante estos 30 últimos años” es no atender a lo que sucedió en realidad. Por cierto, lo de insistir en dicho periodo invita a sospechar que para algunos la caída del Muro de Berlín no fue una gran noticia.

Dos:El libre mercado no existe” porque “todos los mercados tienen reglas”. La pregunta es: ¿qué pensará el doctor Chang que es la libertad, acaso la selva? Las normas son la esencia de la libertad, no su refutación. La clave estriba en si son producto evolutivo de la interacción de personas libres o arbitrarios dictados políticos.

Tres:Los accionistas no defienden los intereses de las compañías, sino sus propios intereses”. El profesor de Cambridge alega que esto queda probado porque conservan durante menos tiempo sus acciones antes de venderlas. Parece que lo que le gustaría es que la gente no pudiese decidir libremente sobre lo que es suyo, protegiese los intereses de las empresas, así como entes separados, antes que los suyos propios, y se quedase con acciones aunque su valor no aumentase.

Cuatro: ahora se quiere “desmantelar” el Estado del Bienestar. Nadie con poder pretende semejante cosa.

Cinco: en “estos 30 años de experimento del libre mercado han servido para crear grandes desigualdades económicas y crisis cada vez más frecuentes”. Las desigualdades han disminuido en el planeta, en particular por el crecimiento registrado en los países más poblados, China e India, y las crisis no son producto de la libertad puesto que su origen es financiero, y el dinero y las finanzas están profundamente intervenidos por las autoridades.

Seis: “es del todo injusto que un alto directivo gane de 300 a 400 veces más que un empleado de su empresa”. Pero no hay forma de precisar cuál es la diferencia de ingresos “del todo justa”. Y si la brecha deriva del intervencionismo, como sucede con la banca y las finanzas, lo correcto es censurar esta circunstancia y no la libertad capitalista.

Siete: “Los ricos nos hacen cada vez más pobres”. Desde los años de Reagan y Thatcher, según Chang, funcionamos con una política de “enriquecer a los ricos”. Otra vez, sugerente reiteración: lo malo viene de los años de Reagan y Thatcher, es decir, los años de la crisis del comunismo. Y no es verdad que el enriquecimiento de los ricos comporte necesariamente el empobrecimiento de los pobres.

Ocho: “Asume lo peor de la gente y obtendrás lo peor”. Dice Carlos Fresneda que Chang dispara contra la esencia egoísta del capitalismo, “la avaricia del carnicero y del panadero” a los que apelaba Adam Smith. Casi nadie repara en que la esencia del anticapitalismo no es obviamente generosa, ni en que Adam Smith, que era profesor de Moral, no suponía que la gente era mala sino que actuaba conforme a sus intereses.

Nueve: “Los países ricos quieren imponer sus recetas del ‘libre mercado’ a los países en desarrollo, cuando lo cierto es que ellos mismos se enriquecieron con un equilibrio de comercio y medidas proteccionistas. Así es como creció Corea del Sur. La falacia del libre mercado ha convertido raramente a un país pobre en un país rico, con la excepción de Chile”. Pero el hecho de que los países crezcan con políticas que combinan libertad y coacción no quiere decir por sí mismo que la coacción sea buena. Al contrario, las políticas que abren las economías suelen dar buenos resultados en términos de crecimiento, lo que no puede ser casual. Chile no es una excepción, porque también sucedió lo mismo en muchos otros países.

Diez: a pesar de todo, el doctor Chang no quiere abolir el capitalismo de la noche a la mañana, lo que no deja de ser un detalle por su parte. Presenta esta aceptación resignada del capitalismo (el peor sistema a excepción de los demás, etc. etc.) como si fuera una concesión al realismo, pero aclara que hay que reformarlo y para ello hay que aprender de los “indignados”, aplicar la “tasa Tobin”, y demás consignas intervencionistas políticamente correctas. Pereza de tío, oiga.

Fuentes: IntermonOxfam y ElCato.Org

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